MUCHAS GRACIAS
“Celestial Niña, María Inmaculada, que subes hoy…”. Como
no podía ser de otra
manera, empiezo la reflexión
como empezó la celebración de nuestro Centenario (y estoy
convencido se ha leído cantando, ¿a qué sí?).
Es difícil
expresar con palabras la miscelánea
de estremecidos y profundos sentimientos que vivimos el pasado sábado 10 de mayo de 2014, cuya
fecha quedará para siempre
en el recuerdo como si de una onomástica
de otro ser querido al que felicitar se tratase. No creo que sea digno de
representar a mis compañeros
de tantas generaciones en esta meditación
que estáis leyendo, pero
ese honor lo he aceptado con total agrado, especialmente porque si hubiese
esperado al próximo
centenario lo mismo se lo proponen a otro. Así
que, como obediente que soy, acepté
la difícil proposición de retratar el desarrollo de
ese día, y aquí me atrevo a plasmarlo. Mil
perdones.
Vaya por delante mi felicitación y reconocimiento a todos los
que han trabajado con tanto esfuerzo y dedicación
en la organización y
desarrollo de este singular acontecimiento.
Podría
resumirlo todo en dos palabras, las del título:
MUCHAS GRACIAS. Se argumentaba que esta fiesta sería un momento de celebración, de encuentro y reencuentro. Pero ha sido mucho más. Ha sido lo más. Ha sido un día de agradecimiento. La
nostalgia sentida ha reafirmado de nuevo que es verdad que cualquier tiempo
pasado fue mejor. Y aunque echamos de menos a mucha gente, eso sirvió también para acordarnos de ellos, y confirmar que los años vividos en Compañía de María fueron los mejores de nuestras vidas, pero
entonces no lo sabíamos.
En primer lugar asistimos a la
Eucaristía, que se
desarrolló en la iglesia de
San Agustín, donde
empezamos con los primeros besos y achuchones. Si bien en principio pudiera ser
que importara el lugar, pues muchos nos planteamos por qué no se hizo la misa en el
Colegio, quizá lo
importante no resida en el dónde,
sino que radique en el cómo
empezamos la celebración, y
fue precisamente honrando a su fundadora, Santa Juana de Lestonnac, y a nuestra
Niña María. Como siempre, los alumnos
(porque siempre lo seremos) colaboramos en todo, aunque en realidad fue porque
D. Antonio así nos lo “pidió”, también
como siempre. Por cierto, nos emocionamos mucho con la voz del coro, y destacar
igualmente que fuese un antiguo alumno, Miguel Ángel,
el que conmemoró la
ceremonia.
Luego, recorrimos en procesión el efímero trecho que nos llevaría al Colegio para la siguiente cita. En el Salón de Actos, al que encontré tal y como lo dejé hace “algunos”
años, asistimos a
cuatro significativos acontecimientos:
Primero, un pregón a cargo de una antigua alumna,
madre de exalumnas, madre de profesora del Colegio, exmiembro del AMPA durante
muchos años,… vamos, de toda la vida, Doña Rita Rubio, que nos deleitó
con sus recuerdos y humor en un bonito discurso como acertada voceadora.
Segundo, una mesa redonda formada
por cinco personas pertenecientes cada una de ellas a otras tantas diferentes
promociones, las cuales intervinieron para relatar su acontecer por la institución, decifrando así por
sus comentarios cómo se había caracterizado la educación a lo largo de todos estos años en un mismo contexto.
Tercero, se agasajó a
las alumnas más veteranas
de Compañía de María, tres compañeras de la promoción de 1932. Un ramo de flores,
una placa de plata a cada una y la gran ovación
de la sala en forma de afectuoso aplauso sirvieron como símbolo para homenajearnos entre
todos.
Y cuarto, se proyectó un vídeo preparado por el actual personal docente del
centro, una proyección
audiovisual continua con fotos de muchos de nosotros, y un afectivo y entrañable mensaje que por su calado
reproduzco textualmente a continuación:
“Cien años: educando en valores, en
nuestro patio, de recuerdos, de amistad, de deportes, de ilusiones, con
nuestras seños y profes, de
teatro y sueños, de fiesta
y alegría, de refugio, de
miles de alumnos orgullosos de su cole, orgullosos de formar parte de esta
historia. Porque la hemos escrito entre todos. Ahora os toca a vosotros hacer
un mundo mejor.”
Con este emotivo mensaje, y aún retumbando en el pecho la
correspondiente ovación del
mismo, salimos al patio para disfrutar del resto del día. No sin antes darme la vuelta y contemplar desde
su entrada la que creo será mi
última visión del mágico Salón de Actos de nuestro cine,
representaciones y sueños
de infancia. Ha sido todo un placer.
El resto del día deparó photocall, firmas, carocas de profesores, fotos,
visita por el Colegio y barra (con sus oportunos tickets, claro). Y junto a
esta puesta en escena, la convivencia con los compañeros, profesores y amigos de toda la vida (que
orgullo poder escribir con toda sinceridad esto de haber estado con los amigos
de toda la vida), muchos besos, abrazos, risas y recuerdos. Y un nudo en la
garganta que aflorará cuando
nos demos cuenta y seamos conscientes de lo que ha significado Compañía de María.
Termino casi como
he empezado, dando las gracias, pero más concretamente a mis maestras y
maestros (que es mucho más que docentes o profesores). Agradezco mucho haberlos
conocido, que hayan formado parte de mi vida, que hayan influido cuando estaba
creciendo como persona, que siempre me he llevado un cachito de ellos, por sus
valores, por su amistad y por transmitirme la vocación de enseñar. Os quiero.
César
Torres Martín